Las PASO de las traiciones y de las lealtades que incrementan las internas
Suelen ser un gigantesco sondeo de opinión, que pone a cada precandidato en su lugar, en el que las preferencias ciudadanos los instalan.
Las primarias suelen ser encuestas a cielo abierto, debido a que en la votación participan los independientes. Es decir, los comicios no quedan circunscritos a los afiliados de cada partido -en ese caso serían elecciones cerradas- sino abiertos a la opinión de terceros. Esa condición convierte a las PASO en un gigantesco sondeo de opinión, que pone a cada precandidato en su lugar, en el que las preferencias ciudadanos los instalan. Los resultados marcan quiénes perdieron y quiénes ganaron, si es que hay competencias internas en los partidos o alianzas, y también se prestan a las lecturas interesadas respecto de los números obtenidos: que ganó tal candidato o que ganó tal espacio, dependiendo de prisma interesado con el que se los mire.
Habrá, ademas, terceras lecturas; por lo menos en Tucunán, de acuerdo a como llegan las dos principales coaliciones provinciales: una tratando de mostrar y explotar una unidad que les permita repetir el resultado del 11 de junio -cuando obtuvieron 612.000 sufragios- y la otra resolviendo en las urnas quién liderará Juntos por el Cambio en el futuro. Unos van a la batalla tratando de mostrarse juntos y los otros llegan profundamente divididos.
En las miradas sobre las cifras finales y las lecturas finas respecto de los votos conseguidos en cada mesa, en los barrios, circuitos y ciudades, algunos verán reflejadas las lealtades y las traiciones; o las deslealtades. Los que conocen de estos vericuetos electorales descubren rápidamente quién traicionó a quién, dónde y hasta por cuantos sufragios. No hay misterios para estos especialistas. Y van a estar prestos para observar estos fenómenos que suelen aparecer, dependiendo de las circunstancias.
En Unión por la Patria, vaya por caso, la atención estará puesta en los votos que consiga Juan Grabois, porque la magnitud de la adhesión al dirigente social dirá bastante sobre si Cristina acertó o no asociándose políticamente con Sergio Massa. Es básico, si “Juan XXIII”, por ejemplo, es respaldado por una cifra insignificante en comparación con los avales que logre el ministro de Economía en las PASO, eso querrá decir que el kirchnerismo-cristinista-camporista se volcó masivamente a acatar lo que la jefa pactó. De ser así, el que padecerá las consecuencias será el propio Grabois, pese a que en sus discursos elogia a la vicepresidenta tratando de captar el aval de los simpatizantes de la ex jefa de Estado, pues verá cómo le dan la espalda los peronistas más ideologizados de la izquierda del movimiento.
Por el contrario, si el “amigo” del papa Francisco cosecha una notable cantidad de votos puede poner en evidencia que Cristina se equivocó al elegir al tigrense como su candidato a la presidencia. Ese es el mayor temor de Massa, ya que vería debilitarse su base de sustento político frente a los propios, pero más peligrosamente hacia afuera del espacio. Porque para él ganar con contundencia, por goleada, no sólo lo blanquearía y potenciaría como el candidato del oficialismo sino que fortalecería su gestión. Más aún si resulta el dirigente más votado individualmente en las primarias, porque reforzaría su aspiración de llegar al balotaje y porque el círculo rojo podría mirarlo de otra forma. Conseguir más votos que cualquiera de los otros precandidatos a la presidencia es una apuesta máxima de Massa, por eso repite ante los peronistas, en cuanta provincia y acto que encabece, la necesidad de acudir a las urnas masivamente. En el número no sólo hay un dato cuantitativo para el líder del Frente Renovador, hay un valor cualitativo que le interesa sobremanera.
Si resulta primero y el libertario Milei se convierte en el segundo más votado podrá sonreír todavía más, por el efecto político que eso generaría en Juntos por el Cambio y en el tablero electoral nacional. Ese escenario, seguro, no lo querrán ni Rodríguez Larreta ni Bullrich: no lo querrá el jefe de Gobierno de la CABA si gana la interna porque los votos de su adversaria podrían migrar hacia la Libertad Avanza en las generales, y tampoco lo desearía la presidenta del PRO -si se impone- porque con Milei pelearía por el mismo perfil de votantes en octubre.
Al margen de esas especulaciones colaterales, Massa necesita al peronismo unido detrás de su figura, y en ese proceso necesita aplastar a Grabois en las urnas, aunque ni lo menciona en sus discursos, en los que les dedica más atención a Macri y a sus contrincantes de Juntos por el Cambio. Si Grabois saca unos cuantos miles de sufragios, su participación sólo serviría para reforzar y blanquear la candidatura de Massa como el candidato del Gobierno, el de las distintas fuerzas internas. Cristina debería esperar que eso suceda para que no se dude de sus soldados y de su condición de conductora, porque si el camporismo la traiciona -por no haber sido su candidata, por ejemplo- y apoya a Grabois en Buenos Aires; no podrá sostener que el voto duro del espacio la sigue apoyando y que sigue respetando sus decisiones. Cristina, por más que sienta simpatía por el dirigente social, también necesita de un triunfo contundente de Massa en la interna de Unión por la Patria, pues eso diría que no se equivocó al aceptar la fórmula del oficialismo.
Seguramente, así como hay dirigentes avezados en interpretar los resultados y descubrir dónde hubo traiciones y deslealtades, Massa también estará observando las cifras en cada distrito del país para “medir” las lealtades de los caudillos provinciales, de los gobernadores en función, como Manzur, y de los mandatarios electos, como Jaldo. Ellos también deben “aplastar” a Grabois en sus territorios. En suma, el piquetero es una piedra en el zapato del oficialismo, y un misterio electoral en cuanto a los votos que pueda llegar a obtener.
La oposición tucumana, en paralelo
De la misma forma, en la oposición tucumana también habrá que mirar con lupa los números finales, porque dirán mucho sobre los comportamientos políticos de la dirigencia, y aquí sí que habrá que hablar de traiciones, las que ya han comenzado a esbozarse a través de algunas declaraciones y de gestos de referentes, especialmente del lado del radicalismo.
La pelea que permanecía subterránea entre Alfaro y algunos de sus socios radicales, para no perjudicar política y electoralmente a Juntos por el Cambio, salió a la luz y dirá presente en las PASO del 13 de agosto. No será una interna más, será el preludio del distanciamiento, de la separación, del divorcio. Porque esa primaria no será una elección para definir cómo se acomodará la lista final de candidatos opositores, sino que es para borrar de la pelea por el liderazgo que se viene al adversario interno. Es la disputa de parte de la dirigencia de la UCR contra Alfaro, contra el intendente peronista que los supo dividir y hasta conducir. Eso puede romperse, y con consecuencias hasta las generales.
En este proceso, político y electoral, lo que es Grabois a Massa, lo es Alfaro a los principales referentes del partido centenario; una piedra en el zapato que hay que sacarse y arrojar lejos. La diferencia es que el piquetero, por más que pierda de manera vergonzosa, se mantendría en el espacio y pelearía para que Unión por la Patria se imponga con Massa a la cabeza; por lo menos así lo dice.
No parece que vaya a suceder lo mismo con Alfaro y con los radicales, porque el que pierda difícilmente vaya a esforzarse por acompañar al ganador en la elección de octubre. Por mezquindades humanas y por especulaciones políticas, algunos radicales no querrán que Alfaro consiga espacios de poder, mientras que el intendente no hará más fuerte a los contrincantes que lo quieren hacer desaparecer del espacio opositor. Para un grupo de la UCR, el jefe municipal está debilitado después de perder la Capital, y sólo hay que imponerse en las primarias para darle el empujoncito de gracia.
Porque con solo ganarle en la interna lo dejan fuera de la lista definitiva para competir en las generales del 22 de octubre. Eso es así porque las dos listas que disputarán en las PASO han armado de forma similar las listas: Campero, Nadima Pecci, Salazar, Luisa Frías Silva y Beti, por un lado, y Alfaro, Valeria Amaya, Malmierca, Sara Correa y Romano Norri, por el otro. El esquema es el mismo: hombre, mujer, hombre, mujer, hombre; respetando a rajatabla la ley de cupo. En consecuencia, si la diferencia entre esas listas es mínima y a partir aplicar el sistema D’Hont, el que gane pondrá los tres hombres y la que pierda las dos mujeres. O sea, Campero o Alfaro quedarían definitivamente fuera de la nómina final si es que pierden.
Eso es posible si vemos lo que ocurrió en las PASO de 2021, cuando la lista de diputados encabezada por Sánchez logró 139.000 votos y la alfarista encabezada por Beti obtuvo 131.00. Paridad, casi empate. Campero, al que votará Sánchez cortando la boleta, llevará en sus listas a Salazar y a Beti, quienes hace dos años eran aliados del intendente capitalino. En fin, sociedades que se rompen, lealtades que no se mantienen. Deslealtades o traiciones a la vista.