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Las presidenciales más complicadas en 40 años de democracia

 Las presidenciales más complicadas en 40 años de democracia

La grieta siempre estuvo presente en la Argentina. Sea por una preferencia política o por algún modelo económico. Por la primera vuelta o por el balotaje. Por la emocionalidad o por la racionalidad. Por una continuidad con correcciones o por ungiro de 180 grados. Por un/a político/a tradicional o por un outsider. Por el hartazgo o por la esperanza de que todo puede cambiar. Por el bimonetarismo o por la dolarización. Por el ajuste o restricciones (un eufemismo) o por la expansión del gasto con emisión. Por la izquierda ideológica o por la derecha. Las elecciones presidenciales de hoy plantean eso, pero con una diferencia sustancial en estos 40 años que han transcurrido desde que se recuperó la democracia: el poder de los tercios. Independientemente de las diferencias que marcan las encuestas, en los comicios hay tras frentes que tienen serias posibilidades de quedarse con el poder. Y eso amplifica la incertidumbre que hay en la sociedad, que intenta cubrirse de una renovada crisis, pero también en el mercado, en donde los inversores, más que una estrategia de “stop and go” (pare y siga) aplican otro de “stop and see” (pare y mire) hasta tanto se conozca el resultado electoral. Sea quien fuere el que resulte electo hoy, la economía debe continuar su curso, pero con serios condicionamientos en una transición que se extenderá hasta el 10 de diciembre, segunda vuelta mediante si así lo deciden los argentinos. No hay dudas de que el próximo presidente de la Nación llegará condicionado al poder.

La volatilidad es el signo de estos tiempos. Los dólares alternativos se han desinflado, producto de los férreos controles oficiales a la comercialización informal de la divisa estadounidense. Esa es una medida de coyuntura. No hay un plan estructural ni acuerdo político para sacar a la Argentina del pozo en el que se encuentra sumergido. La estabilización económica parece una meta de largo plazo. El problema es qué se entiende por largo plazo. La Argentina, después de este año electoral, afrontará un período de sacrificios porque no le queda otro camino por recorrer. La inflación de este año puede trepar al 180%; la caída de la actividad es inexorable y los niveles de pobreza y de indigencia siguen en ascenso.

En el mercado descuentan que habrá balotaje, mientras el pánico se apodera de los operadores. El día después se sabrá si la histeria se sentirá en la cotización del dólar y, por ende, en la corrección del resto de los precios de la economía. Eso es lo que inquieta a todos los agentes económicos. Si a la dirigencia le cuesta llegar a consensos para sacar de la crisis a la Argentina, ¿cómo hará para construir alianzas estratégicas de cara a una eventual segunda vuelta? La construcción de poder será tan difícil como el escenario económico para el futuro gobierno. Los argentinos tienen hoy una de las herramientas más directas para marcar el camino a los políticos: el voto. Afortunadamente ese derecho se ejerce ininterrumpidamente en las últimas cuatro décadas que este año cumple la democracia argentina. Un claro tributo para que el 10 de diciembre sea motivo de celebración sería que la dirigencia se ponga de acuerdo en las acciones para encarrilar el rumbo económico de un país que salta de crisis en crisis.

Por Marcelo Aguaysol

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