¿FR puede darle la victoria a la oposición?
Fuerza Republicana, ¿es el partido que puede definir la elección en favor de la oposición el año próximo? Según Sebastián Murga, referente de CREO y candidato a vicegobernador en la fórmula encabezada por el radical Roberto Sánchez, la respuesta es afirmativa. El ruralista quiere a FR de socio en la alianza opositora; está convencido de que el aporte de votos del partido que cumplirá 35 años en julio de 2023 es vital para desalojar al PJ del poder en la provincia. ¿Es así? Veamos. El último dato electoral respecto de FR es la participación en los comicios nacionales del año pasado, donde el partido obtuvo en promedio -entre lo obtenido entre los postulantes a senadores y a diputados- casi 104.000 adhesiones. Si se observa que el Frente de Todos consiguió 406.000 sufragios y Juntos por el Cambio 385.000, en términos numéricos habría que darle la derecha a Murga, pues la oposición sumó más voluntades que el oficialismo.
Sin embargo, es en los términos políticos donde radican las dificultades para abrochar un acuerdo entre las fuerzas opositoras, especialmente por el lado de los radicales. A los correligionarios los divide el apellido Bussi, aunque no siempre fue así, por lo menos en algunas votaciones. Incorporar a FR es correr un riesgo de fractura, primero entre los radicales y, segundo, en la alianza. Será así si es que no se halla una fórmula electoral mágica que satisfaga a una mayoría opositora. ¿FR como acople de Juntos por el Cambio a cambio, precisamente, de un espacio de poder a futuro?
A partir de su historia, sería toda una novedad que FR se sume a un frente electoral, cuando siempre actuó en soledad, ya que nació para diferenciarse de peronistas y de radicales. En su origen, actuó como una cuña entre los compañeros y los correligionarios, siendo un partido personalista, organizado y estructurado alrededor de la persona de su fundador: Antonio Bussi, el del verticalismo consensuado. Una experiencia frentista es una apuesta de riesgo porque puede diluir y debilitar a FR en la coalición, que siempre representó un valor para sus votantes; orden para unos, autoritarismo para otros. Ni peronistas, ni radicales, bussistas.
Entonces, cabe plantear si existe el bussismo o bussistas; o en todo caso qué representa hoy FR como para aportar un sesgo particular a una alianza opositora. ¿Es un partido o un apellido lo que quieren -o rechazan- los opositores al Gobierno provincial? Los pragmáticos buscan votos, pero los ideologizados relacionan, no olvidan, ni perdonan. Así, por ejemplo, una alianza entre el PJ y FR más que imposible, es inaudito. Pero, ¿y con el resto? Especialmente con todos aquellos que reniegan del peronismo que viene gestionando la provincia desde hace un cuarto de siglo. Muchos, la gran mayoría opositora, tienen este punto en común, es una idea unificadora. Pero hay pruritos.
Cuando Antonio Bussi reaparició en los ochenta en el escenario político de la mano de Exequiel Ávila Gallo obtuvo 98.000 votos como candidato a gobernador por Defensa provincial Bandera Blanca (1987). Nadie lo esperaba, sorprendió la cantidad de tucumanos que le dieron su respaldo conociendo sólo lo que hizo al frente del Operativo Independencia y como gobernador de facto entre el 24 de marzo de 1976 y 1977. Diez años después, en la provincia, algunos aprobaban su gestión militar pese a la cantidad de denuncias por violaciones a los derechos humanos en su contra.
En 1988 crea FR y en 1990 da un batacazo al imponerse en la elección de convencionales para reformar la Constitución provincial: obtiene 240.000 votos contra 193.000 del PJ y 32.000 de la UCR. Estas cifras revelan que el votante que mutó hacia FR o el bussismo fue mayormente el de los radicales. En el ‘87, con Ruben Chebaia a la cabeza, la UCR había cosechado 177.000 votos; cuatro años después, también con Chebaia, el radicalismo perdería 140.000 adhesiones. Matemática política.
Desde 1991 a la fecha, la dirigencia de FR y la UCR siempre estuvieron enfrentados en cuanta elección, nacional o provincial, se presentaran; sin embargo, sus votantes iban y venían de un lado al otro en las urnas. Un segmento electoral tucumano mutó en beneficio de una u otra expresión a lo largo de los últimos 30 años, según quien representase mejor el descontento de un sector de la ciudadanía con el PJ. Desde 1991, y durante 10 años, FR polarizó con el peronismo y logró derrotarlo en 1995, con el voto de radicales y de aquellos que solían acompañar a la UCR para enfrentar al PJ. En esos tiempos, era más importante vencer al peronismo y FR era la mejor opción. Igual que como ahora lo plantea Murga, por ejemplo. “Acá sirve ganar”, expresó con brutal sinceridad y pragmatismo el ruralista el viernes.
En 1991, Bussi perdió con Ramón “Palito” Ortega (284.000 a 247.000 votos) y denunció fraude. El ex militar en ese momento ya no representaba el orden de los cuarteles que tal vez atrajo a los que los que lo avalaron en 1987, más que nada servía a los propósitos de una sociedad cansada de los políticos que veía en Bussi la corporización de ese descontento. Lo usaron para enviar un mensaje a la clase dirigente, que alcanzó a efectivizarse en 1995, cuando el peronismo no acompañó completamente a Olijela Rivas: perdió la gobernación, pero ganó la Legislatura. Toda una curiosidad política y electoral: los votos totales de los candidatos a legisladores superaban a los de la candidata a gobernadora. La dirigencia peronista también hizo de las suyas.
Bussi alcanzó el Gobierno y en el escritorio de su despacho en 1997 se podía leer un pequeño papelito con la leyenda: “Demoré una vida en reconocer la más simple y pura de las verdades patrióticas: quien gobierno podrá contar, siempre, con la cobardía incondicional de los argentinos”. Un párrafo extraído del libro “El farmer”, de Andrés Rivera, quien pone esas palabras en boca de Juan Manuel de Rosas.
Mientras el bussismo polarizó con el PJ, la UCR conservó un digno tercer puesto presentando su sigla en las boletas, por lo menos hasta 2001 (elección de diputados nacionales) y 2003 (comicios provinciales) cuando integró alianzas: Frente por Todos y Frente Unión por Tucumán. Desde entonces, el radicalismo, siempre integrando coaliciones, recuperó el espacio perdido a manos del bussismo y polarizó con el PJ en cuanta elección nacional o provincial se presentó.
FR pasó a ser la tercera fuerza, siempre compitiendo con su propia sigla, sin participar en alianzas electorales. Ricardo Bussi suele decir que en 2015 y 2019 quiso sellar pactos políticos con los radicales José Cano y Silvia Elías de Pérez, respectivamente, pero que lo rechazaron. El año pasado tuvo charlas con la dupla Roberto Sánchez-Mariano Campero, pero la posible sociedad también naufragó. Es decir, el presidente de FR estaría dispuesto a dejar atrás la historia del partido e integrar la sigla a una coalición opositora. Quiere, pero no lo dejan, o no le permiten. Le desconfían. Y son los radicales, o un sector del radicalismo, el que frena tal posibilidad; y justamente son parte de los aliados actuales de Murga, quien insiste con sumar los votos del bussismo. Toda una ironía o un contrasentido que revela que hay pactos que se sellan con algún grado de improvisación o sin hacer todos los cálculos sobre los efectos de las movidas políticas. Máxime si son jugadas sorpresivas. La historia pesa.
Si FR es la tercera fuerza en la provincia, ¿cuántos votos le aseguraría como partido a Juntos por el Cambio, si es que le abre las puertas? Después de 2003, cuando FR consiguió 122.000 votos detrás del Frente Fundacional (JoséAlperovich-271.000) y del Frente Unión por Tucumán (Esteban Jerez-157.000), el partido no tuvo buenas performances electorales. En las nacionales de 2005 logró 41.000 votos, en las provinciales de 2007 obtuvo 35.000, en las nacionales de 2009 sacó 57.000; en la votación provincial de 2011 se anotó con 26.000 adhesiones; en la de diputados de 2013 sacó 72.782 votos, y en la elección de gobernador de 2015 Bussi logró tan solo 29.000 sufragios, detrás del Frente para la Victoria (Juan Manzur-491.000) y del Acuerdo para el Bicentenario (Jose Cano-380.000).
Sin embargo, desde 2017 consigue más de 100.000 adhesiones (los diez puntos de los que habla Murga que FR le aportaría a Juntos por el Cambio), aunque de manera decreciente. Ese año, en la de diputados nacionales consigue 155.000 votos, y en la de gobernador de 2019 baja a 136.000; detrás del Frente Justicialista por Tucumán (Manzur-512.000) y de Vamos Tucumán (Silvia Elías de Pérez-201.000). El año pasado, en la elección de diputados nacionales, con Josefina Bussi a la cabeza, FR logra 101.000 votos, ratificando la tercera ubicación como fuerza partidaria, detrás del Frente de Todos (406.000) y de Juntos por el Cambio (385.000).
Las sumas de estos números dicen que la oposición unida le ganaría al oficialismo. Pero, como se dijo, es en términos políticos donde asoman las diferencias. Fuerza Republicana aparece como la figurita a conseguir, se la tironean dentro de Juntos por el Cambio, incluso hasta Germán Alfaro se sentó a dialogar con Bussi.
Por historia, es el voto de los simpatizantes, militantes o afiliados radicales el que resolverá finalmente la puja interna -y hasta una eventual fractura- si es que el bussismo ingresa a la coalición. Bussi dijo que no intervendrá en las discusiones de JxC, sin embargo, seguro observará, porque de alguna manera FR debe seguir subsistiendo como partido. La pregunta es si le permitirán ser socio o sólo un acople de la alianza; es lo que deberían evaluar los referentes opositores. Y a cambio de qué, además.
Fuente La Gaceta Tucumán