Apogeo y caída de Miguelón, el temible narco que estando prófugo vivió a metros del Ministerio Público Fiscal
Nunca un simple chatarrero inspiró tanto miedo como el que se respira en Villa 9 de Julio cuando se pronuncia el nombre de Miguel «Miguelón Figueroa. El siempre se definió así, como un comerciante dedicado a la compra y venta de objetos en desuso, pero para la Policía y la Justicia es un reputado narco, autor de varios crímenes, que se las arregló para mantenerse limpio de acusaciones, uno de los argumentos preferidos de su defensor, el abogado Macario Santamarina.
Caracterizado por preferir una marca de ropa en particular y por exhibirse siempre ataviado con joyas de oro, el peligroso sujeto saltó a la fama en diciembre de 2022, cuando la justicia lo puso en condición de prófugo, acusado por un doble crimen registrado en un sector particular de esa barriada, denominado «La Porotiada», que dejó además dos personas heridas.
Sus vecinos, los pocos que se atreven a hablar de Miguelón, aseguran que fue cobijado por sus amigos narcos de Bolivia, hasta donde llegó sin problemas precedido por su fama de «pesado» y respaldado por las grandes cantidades de dinero que maneja, que le permitieron desde siempre disponer de la vida y la muerte de quien se cruzara en su camino, además de proveerle las herramientas necesarias para permanecer fuera del alcance de la justicia.
Los rumores que corren en Villa 9 de Julio coinciden con lo que se puede leer en su larga reseña de antecedentes. Miguelón está hoy tras las rejas a punto de afrontar un juicio por haber diseñado y perpetrado una sangrienta venganza contra quienes se habrían cargado a su hermano Gonzalo, en un ataque que también dejó seriamente herido a su cuñado, Raúl «Lobizón» Lobo.
Pocos días después de ese tiroteo, ocurrido el 15 de diciembre en El Matadero y atribuido a una diferencia por un negocio con drogas, Figueroa se presentó en La Porotiada, más precisamente en la calle Blas Parera al 500, en busca de Héctor Gabriel Amaya (33) y Leonardo Sepúlveda (26), ambos asesinados a balazos en un ataque que dejó heridos a Gonzalo Greco (12), Maximiliano Limdon (19) y Franco Galván (26).
Los investigadores de las fuerzas federales que seguían el caso habían advertido en el velorio del hermano de Miguelón, la presencia de ciudadanos bolivianos y paraguayos, hombres que, se cree, podrían haber ofrecido sus servicio como sicarios para perpetrar la venganza, pero “Miguelón” se negó a aceptar esa ayuda porque quería ser él mismo quien ajuste cuentas con los matadores de su hermano.
Después del doble crimen, huyó de la provincia, pero su plan no terminó ahí. La última noche de ese 2022, desconocidos atacaron el estudio del defensor de los Almirón en pleno Barrio Norte. Una semana después, los policías que custodiaban a los acusados del crimen de Gonzalo descubrieron que un desconocido les dejó hamburguesas con vidrio molido para que comieran.
“A nosotros nos arruinaron la vida los Almirón. No sólo mataron a mi cuñado, sino que mi concuñado todavía tiene una bolsa de drenaje por la herida que sufrió. Ellos culpan a mi esposo, pero él es inocente”, aseguró Marcela Díaz, pareja legal de “Miguelón”.
De él nada se sabía hasta marzo de 2021, cuando fue vinculado con el crimen de un joven, también familiar de los acusados del ultimar a su hermano. Según la investigación, Jimena Fernández (amante de Figueroa) citó a la víctima en una esquina de Villa 9 de Julio para tener un encuentro sexual. En ese lugar, de un auto que habría tenido a “Miguelón” al volante y en el que también estaba la joven, se bajó Alexis “El Sucio” Íñigo, autor de los disparos que causaron la muerte de Ramiro Ledesma (18).
Figueroa fue detenido en una estación de servicio de Salta. Había viajado hasta esa provincia para acompañar a un hijo de un anterior matrimonio que estaba haciendo un tratamiento de rehabilitación de adicciones. El acusado de los tres homicidios había alquilado una casa a metros de un inmueble donde funciona la base del personal de Inteligencia de Gendarmería Nacional.
En las audiencias realizadas en su contra, quedó al descubierto que durante los casi dos años que estuvo prófugo, se afincó en Bolivia, Catamarca, Santiago del Estero, Salta y también en Tucumán. Usaba una identidad falsa y tenía documentos reales a nombre de otras personas, que le permitieron adquirir vehículos, acceder a alquileres temporarios de departamentos en Barrio Norte (uno de ellos a menos de tres cuadras de la sede del Ministerio Público Fiscal) y someterse a cirugías estéticas para modificar su apariencia.
Esta situación quedó al descubierto cuando le solicitó a una jueza que le permitiera recibir en su lugar de encierro masajes linfáticos porque estaba convaleciente de una liposucción, planteo que fue rechazado.
Figueroa fue alojado en un calabozo de la seccional 1ª, pero no duró mucho tiempo. Además de trascender que pagaba para recibir beneficios, los funcionarios del Ministerio Público ordenaron su inmediato traslado al penal de Villa Urquiza cuando se enteraron de que habría estado ideando un plan para fugarse.
Según los investigadores, ya había instruido a sus soldaditos, esos que tienen tatuado el temible apodo de “Miguelón” en alguna parte de su cuerpo como muestra de lealtad, para que coparan la dependencia policial con el fin de liberarlo, pero el plan naufragó y ahora el temible capo narco de Villa 9 de Julio se sienta por primera vez en el banquillo de los acusados.