De Aristóteles a Milei: los candidatos y la necesaria virtud
La Argentina vive semanas decisivas de cara a las próximas elecciones presidenciales y comienza a ser relevante el preguntarnos: ¿Cuál es el propósito que debe guiar las acciones de la clase dirigente? ¿Cuentan con antecedentes y capacidad para hacerlo bien? ¿Será posible apreciar algo de virtud en el próximo gobierno o será más de lo mismo?
Entre los valiosos aportes de Aristóteles a la Ciencia Política, están las nociones de acción, función y virtud. Se trata de hacer (acción) y hacerlo bien (función) para, de este modo, alcanzar la virtud.
Caracteriza entonces a la virtud como el grado máximo del ejercicio de una función. Es la excelencia posible en dicho proceso.
La Argentina vive semanas decisivas de cara a las próximas elecciones presidenciales y comienza a ser relevante el preguntarnos: ¿Cuál es el propósito que debe guiar las acciones de la clase dirigente? ¿Cuentan con antecedentes y capacidad para hacerlo bien? ¿Será posible apreciar algo de virtud en el próximo gobierno o será más de lo mismo?
La virtud es necesaria y también posible. Basta con observar lo sucedido el pasado 28 de junio en Uruguay cuando el presidente Lacalle Pou, junto a los ex mandatarios Luis Alberto Lacalle Herrera, Julio María Sanguinetti y José Mujica, recordaron los 50 años del inicio de la última dictadura que asoló ese país.
Esa foto de encuentro y convivencia democrática es una clara demostración de virtud con excelencia al hacer lo que hacen.
Aquí, las elecciones presidenciales nos presentan cuatro candidatos expectables. ¿Qué dicen que harán? ¿Lo podrán hacer bien, pasando de la retórica de campaña a los hechos de gestión eficaz? Veamos:
Javier Milei, el «outsider» que basó su propuesta en la promesa de una inmaculada virtud al ser presidente, construyó su imagen pública y su carrera política sobre la denuncia permanente a la por él denominada «casta política», ese sistema corrompido donde no existe virtud alguna.
Sin embargo, sus acuerdos electorales con dirigentes de esa «casta» como las denuncias de venta de cargos que investiga la Justicia hacen tambalear sus aspiraciones.
Parece que lo hecho en términos de armado político no sólo no ha sido bien hecho, sino que fue además bajo un estilo de liderazgo autorreferencial. ¿Cómo sería en la función de gobierno con estos antecedentes?
Por su parte, Sergio Massa busca abrirse paso dentro de una fuerza electoral basada en un modelo paternalista y populista de gestión del poder que, precisamente, no se caracterizó por la virtud.
Convencer al electorado de que, como presidente, lo va a hacer bien, cuando teniendo hace un año la posibilidad de hacerlo, no lo llevó adelante, es casi la pretensión ilusoria de hacer cumbre en el Everest en ojotas.
Todo puede pasar… Sin embargo: ¿Cómo hacer que prime el olvido de la crisis de función siendo gobierno?
Mientras tanto, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta confrontan de una manera sorpresiva e incomprensible por ser la opción elegida dentro de Juntos por el Cambio. ¿Cómo se puede aspirar a la virtud como promesa de gobierno, si se parte de un mal funcionamiento en la interna más importante de la cual pueda surgir el recambio presidencial?
Ambos muestran claras diferencias en lo que harán, en las acciones que realizarán, llegados al poder. Bullrich plantea encarar reformas estructurales desde el primer día, con fuerza y atravesadas por la promesa del orden, pero -en la misma línea de Milei- sin vocación para el diálogo, negociación y búsqueda de consensos con opuestos. ¿Podrá hacerlo bien…sabe cómo hacerlo? ¿Hay posibilidades de virtud con esta manera de hacer gestión pública en un país con un desgarro del tejido social grado 3?
Rodríguez Larreta sí apuesta al diálogo con otras fuerzas para aprobar proyectos de reforma que den sustentabilidad en el tiempo a los cambios necesarios. Este estilo y propuesta se asemeja al precandidato oficialista.
Flota, entonces, la pregunta: ¿Podrá hacer bien lo que plantea hacer pretendiendo quedar bien con todo el mundo? Suenan fuertes las palabras de Woody Allen al decir: «No conozco la clave del éxito, pero sé que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo».
¿Quién ganará las elecciones? ¿Querrá la sociedad un balotaje o, dado el hartazgo y con los resultados de las PASO en la mano, veremos con cierta sorpresa que ya en octubre elije al nuevo presidente? No lo sabemos.
Lo que sí sabemos es que el próximo 10 de diciembre, el día que asuma el nuevo presidente, se cumplirán 40 años del retorno de la democracia, un logro de todos los argentinos que nunca más ha sido puesto en cuestión.
Será también una oportunidad única para comenzar a saldar la gran deuda del desarrollo económico y social de la Argentina. Para esto, es necesaria e inexorable la presencia de líderes y políticos de época con visión de país y propuestas que funcionen y alcancen la virtud.
(*) – Alejandro Marchesán es licenciado en Ciencias Sociales, analista político y referente del Pensamiento Complejo.
Escrito por Alejandro Marchesán