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Día del Niño: sueños y aspiraciones que se mantienen

 Día del Niño: sueños y aspiraciones que se mantienen

Los tiempos cambian y los deseos de los más chicos también. Te contamos qué quieren ser los niños cuando sean grandes. La tecnología ha producido cambios, pero no todos quieren trabajar con computadoras. Reflexiones de expertos.

“Y vos, ¿qué querés ser cuando seas grande?”. La pregunta, simple y compleja a la vez, abrió un sinfín de sensaciones en los niños a lo largo de la historia. Algunos más alcanzables que otros, los sueños que esa incógnita motivaron la adolescencia y la adultez de más de una persona. Sí; los tiempos cambian y los proyectos, las expectativas y las aspiraciones mutan, pero los sueños siempre van a existir. Y los niños de hoy también tienen los propios.

¿Por qué hablar de niñez? Hoy se conmemora en la Argentina el Día del Niño, una jornada para celebrar a los más pequeños y una oportunidad para fomentar sus derechos y protegerlos de la desigualdad y el maltrato. La efeméride se celebra desde 1960 en el país y tradicionalmente se festejaba el segundo domingo de agosto, pero de un tiempo a esta parte la fiesta pasó al tercer fin de semana. La propuesta es la de celebrar y cuidar a las infancias en todos los aspectos. Hoy se busca mimarlos y promover un diálogo fluido con ellos, conocerlos y saber cuáles son sus más grandes aspiraciones: ¿con qué sueñan hoy?

Música y construcción

LA GACETA charló con los protagonistas del día para saber si el contacto con la tecnología ha influido en incipientes deseos. ¿Quieren ser médicos, veterinarios o abogados; o meterse en el mundo de la programación? Lo cierto es que hoy la niñez posee un abanico de posibilidades mucho más amplio; a los 10 años y con un celular, ya pueden empezar a programar. Y si sus papás los dejan, pueden entrar en el mundo de las redes a corta edad; pueden tener interés en desarrollar videojuegos, o quizá esa actividad les produzca otras inquietudes. Eso le pasó a Luca Barrionuevo (seis años). “Quiero ser constructor, porque juego con Minecraft y siempre construyo ahí. Porque me gusta mucho hacer todo tipo de cosas en el juego: casas, videojuegos, teles, de todo”, explicó. Va a primer grado y es fanático, según informaron sus familiares, pero -advirtió- también le gusta Sonic. No dijo mucho más: se estaba preparando para un acto conmemorativo sobre José de San Martín en su escuela. De hecho, se despidió repitiendo la frase que aprendió para la ceremonia: “¿Sabían que era el menor de cuatro hermanos y desde muy chico viajó hacia España?”.

Delfina Parajón (ocho años) fue tajante: “Me gustaría ser cantante famosa; me gustan mucho las chicas que hacen K-pop y los cantantes líricos. Me gusta que el público me escuche; también me gustaría ser youtuber, pero no me dejan porque soy chiquita. Y si no soy cantante, me gustaría ser maestra de gimnasia o de colegio, porque me gusta escribir en el pizarrón”. Contó que ya tiene dos canciones escritas en su cuaderno, y que le gustaría ser poeta de grande. “A la mañana pongo música y bailo, o le pido a mi mamá que me deje escuchar audiolibros de filosofía”, agregó. Su mamá Carina Mondino completó: “prefiero que ella vaya eligiendo lo que le gusta y no que sea la sociedad o las redes quien le imponga sus hábitos, pero no se trata tampoco de mantenerla fuera de la actualidad. Por ejemplo, hizo un curso de computación, pero no la vi muy enganchada…”.

Deportista o veterinaria

“Yo quiero ser tenista; es un buen deporte, y me gusta jugar con mis amigos. A veces sí juego en la compu, pero no me llama la atención… Y si no, ser futbolista, cantante como Bizarrap y Camilo, o corredor de autos”, dijo Gerónimo Menendez Ghio (ocho años). “Ellos tienen muchísima influencia de la tecnología, no como nosotros. Antes, el qué querías ser se referenciaba más en la familia y ahora tiene que ver más con lo que se encuentran en redes -reflexionó su mamá, Cecilia-; nosotros impulsamos que nuestros hijos hagan deporte y, por suerte, Gero tiene ‘su banda’ de amigos con los que juegan, en la calle. Gracias a eso no le interesa tanto la tecnología, por ahora”.

Sofía Trejo (ocho años) decidió que quiere ser veterinaria, porque le gustan mucho los perros. “Quiero ser muchas cosas, como bailarina y cantante, porque me gustan Emilia Mernes y Tini. Las escucho en la radio, en la tele, en Spotify o en Youtube”, indicó, y contó a LA GACETA que con sus amigas no se juntan a jugar a las profesiones, sino que sólo ponen música y bailan. Las cosas han cambiado. “Ellos saben que existe un mundo en la tecnología, pero todavía no tienen un total acceso; hay profesiones que tienen que ver con el futuro y probablemente los adolescentes ya las tengan incorporadas”, completó su mamá, Ive Chain.

Sueños y aspiraciones

Como vemos, en esta pequeña muestra, los chicos se dividen entre las nuevas profesiones y los trabajos tradicionales. ¿De qué dependen estas decisiones? La psicóloga infanto-juvenil Cecilia López explicó a LA GACETA que para hablar de elecciones personales en la vida, es necesario siempre tener en cuenta la época de socialización, el contexto familiar y los valores familiares presentes, entre otras variables. “Todos soñamos desde ese contexto actual. Pero un niño sueña en presente; le es difícil pensar en futuro lejano, porque pensarse ‘grande’ implica ya no necesitar de los adultos, y eso lo asusta. Lo que los niños manifiestan respecto a sus elecciones laborales, más tiene que ver con identificaciones que realiza para parecerse algún día a esa persona importante en su vida, quiere ser ‘como él o ella’ (puede ser mamá, papá o un ídolo), pero no dimensiona la tarea adulta que realiza. Obviamente, el acceso a la tecnología le permite materializar el conocimiento sobre todo lo novedoso y vigente o ‘de moda’. Eso genera identificaciones”, afirma.

Sí, es cierto -advirtió- que la mayor influencia en esas elecciones viene de los padres, “ya que son los primero con lo que nos identificamos, en lo bueno y lo malo, pero también cuando la figura de ellos no es tan presente, los niños se apegan o identifican con ídolos, o lo que ven en la tecnología”. El niño “quiere ser como su persona favorita y eso cambia con la adolescencia; se apegan a sus ídolos, pero se alejan de sus padres, porque necesitan diferenciarse”, dice.

¿Una pregunta demodé?

“Lo que pasa es que el deseo infantil ha ido cambiando, por las redes y por la tecnología. Ya no existe, como antes, la profesión soñada; ves que los chicos te dicen que quieren ser influencers, youtubers, científicos o ingenieros para hacer cosas de informática, de programación; todo eso se da gracias al avance tecnológico -comentó Natalia Gronda, psicóloga especialista en infancias-; pero lo que no ha cambiado es la pregunta: lo que nosotros tenemos que cuestionarnos es eso; es una pregunta que ya tiene respuesta prevista. Y tiene que ver siempre con una vocación, con la idea de poder explicar esa vocación con un oficio”.

La experta se interpeló sobre la cuestión. “Cuando te preguntan, quizá podría decir ‘quiero ser feliz’, pero no. La respuesta siempre está relacionada a una vocación o actividad profesional. La articulación del deseo, con todo el contexto actual de nuevas profesiones, tiene que ver con la actitud de los adultos que los rodeamos, la mayoría decepcionados del sistema o del trabajo. Por eso es que los chicos no se reflejan, como antes, con la ocupación u oficio de sus padres. Ese deseo está muy influenciado por las redes y por la tecnología, sí, pero también por el contexto socioeconómico y por la actitud de los adultos frente a sus trabajos”.

La pregunta debe cambiar, consideró: “tenemos la idea de que la vocación se puede sintetizar en una profesión, en una actividad. Hay que concentrarse en qué les gusta hacer, cuáles son sus intereses. Eso va a permitir prepararlos para el futuro, en todos los trabajos que van a implicar resolución de problemas e involucramiento en las nuevas tecnologías. Esa pregunta genera la expectativa de que digan ‘ser médico’ o ‘ser arquitecto’, y les pone a los chicos una presión que luego generan frustraciones. Y hoy las nuevas generaciones tienen intereses que para nosotros son disruptivos, pero para ellos normales. Hay que preguntarles qué les gusta y fomentar eso”.

Por Nicolás Sánchez Picón

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