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Ejercicio y salud visual: cómo la actividad física ayuda a prevenir enfermedades oculares

 Ejercicio y salud visual: cómo la actividad física ayuda a prevenir enfermedades oculares


La actividad física regular no solo fortalece el corazón, los músculos y el cerebro, sino que también cumple un rol fundamental en la protección de la vista a lo largo del tiempo. Diversos estudios señalan que mantener un entrenamiento constante, especialmente de intensidad moderada a vigorosa, contribuye a reducir el riesgo de padecer enfermedades oculares asociadas a la edad, como el glaucoma y la degeneración macular.

La explicación se encuentra en la mejora de la circulación sanguínea. Según especialistas en salud ocular, los ojos requieren un flujo continuo de sangre, oxígeno y nutrientes para funcionar correctamente. Cuando el sistema cardiovascular trabaja de manera eficiente, se favorece la salud de la retina y la mácula, zonas esenciales para conservar la visión nítida y central.

Tres prácticas recomendadas para cuidar la visión mediante el ejercicio

  1. Actividades cardiovasculares intensas (como correr)
    Las disciplinas que aumentan el ritmo cardíaco de forma sostenida son especialmente beneficiosas. Correr, trotar con intensidad o realizar entrenamientos aeróbicos exigentes ayuda a disminuir el riesgo de daño visual, sobre todo en personas con antecedentes familiares de enfermedades oculares.
  2. Entrenamiento de fuerza
    El trabajo muscular con pesas o dispositivos de resistencia contribuye a mantener la estructura vascular saludable. La constancia en este tipo de ejercicios puede ayudar a prevenir la formación de vasos sanguíneos anómalos dentro del ojo, uno de los factores que influyen en la degeneración macular.
  3. Natación y ciclismo con exigencia
    Ambas actividades permiten trabajar la capacidad pulmonar y la circulación sin impacto articular. Cuando se realizan con la intensidad adecuada, colaboran en el mantenimiento de una buena salud visual y de la función cardiovascular.

En todos los casos, la clave está en la continuidad. La protección visual que brinda la actividad física no aparece de un día para el otro, sino que se construye con hábitos permanentes, rutinas planificadas y el cuidado integral del cuerpo.

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