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El candidato que no fue y su amigo de toda la vida

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En menos de un mes, Juan Manzur y Eduardo “Wado” de Pedro pasaron de ser compañeros en una fórmula presidencial a dos amigos cualquiera que se reúnen a comer un asado.

Un mes es una eternidad en la vida pública argentina. Vaya un ejemplo. En menos de ese lapso, Juan Manzur y Eduardo “Wado” de Pedro pasaron de ser compañeros en una fórmula presidencial a dos amigos cualquiera que se reúnen a comer un asado en la semana durante la que se festeja la amistad. Fue el lunes por la noche el reencuentro, y el propio ministro del Interior se encargó de ponerlo en palabras ante los comensales, cuando dijo que venía a Tucumán en carácter de “amigo”. Nada más que eso.

La aclaración cobra dimensión si se tiene en cuenta que, además de ser un incondicional del gobernador tucumano, el líder de La Cámpora es además el jefe de campaña del binomio Sergio Massa-Agustín Rossi. Es el premio “consuelo” que le dio el peronismo a la fugaz aventura que había emprendido con Manzur en aquella semana del 20 de junio. Por eso la reunión del lunes en el quincho de Yerba Buena se asemejó más a un espacio para hacer catarsis que a un mitin de organización proselitista.

Ante los tucumanos, “Wado” agradeció el apoyo que tuvo desde esta provincia aquel lanzamiento de su precandidatura y admitió que con Manzur fueron bajados porque hubo quienes entendieron que había otra fórmula que garantizaba la unidad del espacio y que, además, podría tener un mejor desempeño en las urnas. Y para congraciarse con el auditorio, finalmente destacó el triunfo del 11 de junio en los comicios tucumanos. Vale recordar que aquella noche, el funcionario también había estado junto a su amigo y al electo Osvaldo Jaldo.

Es interesante porque, más allá de cómo interpretaron los dichos de “Wado”, tanto los manzuristas como los jaldistas coincidieron en que su presencia en Tucumán sólo tuvo la finalidad de “mimar” a Manzur tras los últimos desplantes nacionales. Y reinsertarlo, de alguna manera, en la discusión de los cafés de Buenos Aires. Esa sensación de “sana sana” que quedó flotando se termina de corroborar con la improvisación en la gestación del mitin. Durante la siesta del mismo lunes, la secretaria general de la Gobernación, Silvia Pérez, fue la encargada de llamar por teléfono a legisladores, a intendentes y a funcionarios para comprometerlos con la reunión de la noche. Pero no le resultó una tarea sencilla. Muchos desestimaron el convite por estar de vacaciones de invierno y otros, principalmente los jaldistas, no sabían qué responder porque su jefe político tampoco había hecho sonar el silbato. Finalmente, este sector envió “algunos emisarios” para no quedar expuesto. Resabios de una interna que todos se esfuerzan por disimular pero que está más latente que nunca.

Ahora, apurados

La visita del precandidato presidencial frustrado sí sirvió para que Manzur diera la primera arenga de campaña. Curioso, porque apenas restan tres semanas hasta las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias del 13 de agosto.

Esa apatía y desmovilización que sintetiza al oficialismo después de la batalla del 11 de junio intentará ser contrarrestada a partir de esta semana. El puntapié quiso darlo, tibiamente, el mismísimo “Wado”, al plantear que a pesar de que a él y a Manzur los “bajaron”, igual seguían trabajando para el triunfo de Unión por la Patria. En paralelo, Manzur les pidió a los dirigentes que militen tal cual lo hicieron hasta los comicios provinciales. Es decir, que mantengan activas sus estructuras y que les den dinamismo a sus aparatos para llegar con gimnasia al domingo de las PASO. Pero no mucho más que eso, porque una cosa es cumplir con las declaraciones de rigor que exige el momento y otra –muy difícil- es transmitir convicción.

Aunque el oficialismo nacional espera del oficialismo tucumano una cifra cercana a los 600.000 votos, todos saben que ese número es complicado de repetir. Y que el esfuerzo dependerá casi exclusivamente del poder de movilización y de fuego que exhiba el peronismo. Sin recursos, con el futuro provincial asegurado para todos y con una gestión nacional que los avergüenza, hasta el más entusiasta se desanima. Por eso la llave de esta elección está en manos de lo que pretendan y estén dispuestos a hacer en Buenos Aires. Particularmente, Sergio Massa. Si el tigrense aspira a que Tucumán le aporte una pila de votos para sostener su ilusión presidencial, pues necesitará mostrar mucho más que una visita de “Wado” De Pedro. Es el razonamiento de los principales referentes del justicialismo local: aunque admiten que siempre es mejor tener en la Casa Rosada a alguien del “mismo palo”, también reconocen que aquí no hay amor, sino básicamente un intercambio de necesidades. Y de servicios.

Si el peronismo tucumano busca que se “provincialice” la elección para reactivar las estructuras, en la oposición apuestan a todo lo contrario. Juntos por el Cambio, principalmente, necesita que haya una nacionalización de los comicios; en particular, después del desastroso resultado del 11 de junio. Quizás por eso no se hayan visto ni escuchado hasta ahora spots o jingles de los precandidatos a diputado que responden a Horacio Rodríguez Larreta y a Patricia Bullrich. En especial, por el lado del intendente de San Miguel de Tucumán, Germán Alfaro. El líder del Partido por la Justicia Social se encarga de repetir a los suyos que en esta elección la gente se inclina por votar a un presidente, no a un diputado. Un poco para bajarle la intensidad a la disputa del poder opositor con Mariano Campero y otro tanto porque viene de perder nada menos que en su distrito. No es de extrañar, entonces, que hasta los segundos de aire de las primeras semanas de campaña establecidos por la Nación para la propaganda política se los hayan cedido a la promoción del jefe de Gobierno porteño, y no los haya utilizado en su postulación al Congreso. En el alfarismo aseguran que eso obedeció a una estrategia de campaña definida en Buenos Aires, con la idea de nacionalizar lo más que se pueda la elección.

Por lo pronto, Alfaro aparece más concentrado en cerrar de manera ordenada su gestión en la Municipalidad y en reconstruir puentes que él mismo había dinamitado antes de las elecciones provinciales. Así puede interpretarse, por ejemplo, que haya decidido no licitar el servicio de recolección de residuos –cuyo contrato vence a fines de agosto- y dejarle ese margen de acción a la futura intendenta, Rossana Chahla. Se trata, ni más ni menos, que el gasto más oneroso que tiene el municipio capitalino. También en ese afán de acercar posiciones se anotan las llamadas telefónicas –desmentidas por él y su entorno- que mantuvo con el gobernador electo antes del 9 de Julio, con quien cruzó agravios personales en pleno fuego de la campaña local. Jaldo, aún más, ya mantuvo un breve pero cordial diálogo con el propio Rodríguez Larreta en aquella vigilia patria. El “Comisario” es consciente de que la elección nacional no está resuelta en favor de nadie y que debe mantener buenos vínculos con todos los posibles inquilinos del sillón de Rivadavia.

Por lo pronto, la última semana de julio promete servir de comienzo para la campaña hacia las PASO. Campero se mostrará con Patricia Bullrich en la Capital Federal, que viene de sufrir derrotas de quienes repiten sus gritos en las provincias, y el espacio de Alfaro retomará las reuniones con dirigentes y el reparto de folletos y votos, tratando de capitalizar la “ola ganadora” que arrastra Rodríguez Larreta. Enfrente, Manzur y Jaldo intentarán mostrarse activos y juntos. Uno, a pesar de la bronca porque le quitaron el lugar de candidato. Y otro, con la serenidad de saber que no es su pellejo el que está en juego.

Por Fernando Stanich

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