Gobernabilidad, unidad y pulseo electoral: Jaldo acelera su plan hacia octubre
La paz social sigue siendo la piedra angular de la gobernabilidad en Tucumán. Lo fue durante las gestiones de Miranda, Alperovich y Manzur, y Osvaldo Jaldo no es la excepción. Asegurar los fondos para municipios, incluso para aquellos que se alejaron del oficialismo como Tafí Viejo, ha sido una forma de evitar sobresaltos. Esa estrategia de contención, combinada con un manejo prudente del fondo anticíclico, sostiene la administración provincial en un contexto de retracción económica nacional.
La ratificación judicial contra Cristina Fernández de Kirchner reordenó silenciosamente el mapa interno del peronismo tucumano. En el PJ local comienzan a disiparse viejas heridas. Mientras Jaldo llama a la unidad, Manzur observa en silencio, pero se espera un inminente acercamiento. El recuerdo de la interna de 2021 funciona como advertencia: los acuerdos de cúpula son inevitables, pero su éxito depende de su legitimación territorial.
En paralelo, las paritarias se convierten en terreno de disputa. El reclamo gremial por una actualización del 3,5% respecto al IPC supone un desafío fiscal de más de $7.000 millones mensuales. Mientras el ministro Daniel Abad elogia la previsión del ahorro en tiempos de bonanza, el gremio Sitas denuncia exclusión y fija condiciones para sentarse a negociar. La tensión entre los que dialogan y los que protestan vuelve a marcar diferencias dentro del espectro sindical.
La obra pública, motor histórico de campaña, transita por una etapa crítica: la Nación aún no cumple con las promesas, pero en Tucumán se invierte lo posible para sostener un plan mínimo. La expectativa está puesta en los tiempos: cortar cintas más cerca de octubre puede rendir electoralmente.
En el “lado B” de la política, la causa Alberdi se transformó en una amenaza que pone en vilo al peronismo municipal. La caída del intendente Luis “Pato” Campos fue una señal de que Jaldo no dudará en actuar ante posibles irregularidades, sobre todo cuando hay denuncias de gravedad como narcotráfico o lavado. Pero estos escándalos también alimentan la narrativa opositora, especialmente de La Libertad Avanza, que buscará penetrar en una de las últimas provincias peronistas en pie.
Jaldo sabe que el tiempo se acorta. El 26 de octubre no es una fecha más: es el primer gran test electoral de mitad de mandato, y él quiere adjudicárselo como un espaldarazo a su liderazgo. Mientras tanto, la dispersión opositora le da ventaja. Pero dentro del oficialismo tampoco faltan tensiones: los encuentros ríspidos con Acevedo y Mansilla revelan que no todo está resuelto puertas adentro.
Quedan cuatro meses para ordenar las fichas y afianzar un proyecto que aún conserva centralidad territorial y control institucional. Pero la campaña ya empezó, y el escenario aún está en movimiento.
