Un grueso manto de misterio oscurece al caso del guardiacárcel asesinado
Dos situaciones poco comunes convirtieron al crimen del joven guardiacárcel Nicolás Molina en uno de los crímenes sin resolver con la mayor carga de incógnitas y misterio del que se tenga memoria en Tucumán.
La primera pone en duda la parte central de la investigación, porque aún cuando el estudio genético practicado al cadáver hallado e ¿n un cañaveral a las afueras de Famaillá sostiene que se trata de él con una certeza de 99,9 por ciento, sus familiares niegan enfáticamente esa posibilidad.
Además la autopsia no logró desentrañar las causas de la muerte, algo que suele quedar libre de toda duda tras el análisis forense.
Molina fue visto por última vez el 29 de noviembre. Los familiares realizaron la denuncia de su desaparición y, ante la falta de resultados en la búsqueda, realizaron varias protestas.
El 2 diciembre encontraron un cadáver en un cañaveral de Famaillá. El cuerpo tenía tal estado de descomposición que no pudo ser identificado a simple vista ni siquiera por sus propios parientes.
Por ese mismo motivo los peritos no pudieron determinar cuáles habían sido las causas de su muerte. A los forenses les llamó la atención un dato: le faltaban los cinco dedos de su mano izquierda que, al parecer, fueron arrancados por animales.
Lo extraño es que normalmente las especies carroñeras se alimentan de las partes blandas de los cadáveres y no de otras partes del cuerpo donde pueden encontrar menos alimento.
“La única explicación que nos dieron es que podría haber tenido un sangrado y por eso atacaron esa parte”, explicó un investigador.
La fiscal Mónica García de Targa, que se inhibió de seguir tratando el expediente y ahora está en manos del fiscal Gonzalo Rodríguez, con la asistencia del auxiliar Bernardo Sassi, decidió tomar dos medidas fundamentales.
La primera fue tomarle una muestra al padre del agente del servicio penitenciario para realizar una pericia genética con la que se confirmó la identidad. La segunda, solicitar una nueva autopsia que fue realizada el jueves. Para realizar esta tarea, el representante del Ministerio Público consultó a las autoridades de la Facultad de Medicina sobre quiénes podían realizar esta tarea.
Finalmente fueron seleccionados Fernando Vázquez Carranza y Ruth Perelmuter. Los resultados de los estudios que realizaron estarían después de la feria de enero.
Lo que sí está claro es que el lugar del hallazgo no fue la escena del crimen. Es probable que el guardiacárcel haya perdido la vida en otro sitio y su cuerpo fue arrojado allí. La zona elegida no es casual: es alejada y a la que nadie ingresaría hasta la próxima zafra. Los que tiraron el cadáver (se necesitan al menos dos personas para hacerlo) sabían de esa situación.
En un caso cubierto por las dudas, los investigadores tienen una sola certeza: la droga está presente en esta muerte. Molina era un adicto recuperado y no se descarta que haya sufrido una recaída.
“Puede haber sufrido una sobredosis en la casa de un transa y, para evitar problemas, el vendedor de drogas arrojó el cuerpo”, reveló un investigador. Si se confirma esta posibilidad, las autoridades no estarían ante un homicidio, pero sí comercialización de drogas.
La otra teoría que se maneja en estos días es que el agente del servicio penitenciario podría haber formado parte de una organización que ingresaba drogas al penal para que sean comercializadas y, por alguna razón desconocida hasta el momento, decidieron asesinarlo.
El Ministerio Público avanza en la investigación de estas dos líneas. Si bien es cierto que no realizó ninguna acusación, sí confirmó que está investigando a un sospechoso de vender drogas en Famaillá.
Además, en las últimas horas, a raíz de una denuncia anónima que recibió la fiscalía, se realizó un allanamiento en el penal de Villa Urquiza. Se desconocen los motivos que originaron la medida, pero sí trascendió que fue positivo porque secuestraron elementos que podrían ayudar a esclarecer el caso.
La fiscalía aguarda los resultados de otras disposiciones que demandaron ejecutar y que permanecen en secreto, para evitar que su difusión entorpezca el proceso, ya que entienden que los crímenes narcos siempre son más complicados de esclarecer.