Transición energética en Argentina: entre el desarrollo económico y los compromisos ambientales
La Argentina está en vías de desarrollo por lo que la adopción de compromisos de descarbonización similares a los europeos, pueden plantear desafíos adicionales y generar incertidumbre en relación con los plazos y metas a alcanzar.
En Latinoamérica, estos temas han adquirido una relevancia sin precedentes aunque todavía es importante considerar las diferencias socioeconómicas que existen entre los países que conforman la región, las cuáles generan asimetrías en los plazos y en la forma de transicionar. Abordar la transición implica una perspectiva que tenga en cuenta las realidades específicas de cada país.
La Argentina está en vías de desarrollo por lo que la adopción de compromisos de descarbonización similares a los europeos, pueden plantear desafíos adicionales y generar incertidumbre en relación con los plazos y metas a alcanzar.
El país se encuentra en un proceso de desarrollo económico que ha dependido históricamente de los recursos naturales, incluyendo los combustibles fósiles, que son hasta el momento una fuente de energía rentable.
Para poder desarrollar los llamados proyectos «verdes», es importante considerar tanto el ritmo como las capacidades económicas del país ya que en este caso, se trata de energías que, en nuestro contexto, aún no son rentables y que pueden profundizar la brecha de pobreza existente.
Es fundamental establecer metas realistas y alcanzables que no comprometan el crecimiento económico y social de la Argentina. La ambigüedad en relación a los plazos de descarbonización puede generar incertidumbre en la inversión y en el desarrollo de proyectos energéticos.
Y además, la falta de claridad sobre los tiempos y las implicaciones económicas puede dificultar la toma de decisiones de inversores y actores clave en esa industria.
De allí que sea necesario que los acuerdos internacionales tengan en cuenta las particularidades de los países en desarrollo y proporcionen un marco flexible que permita adaptarse a las capacidades y necesidades de cada nación.
Una estrategia más efectiva para Argentina sería establecer un proceso de transición energética gradual y sostenible, que promueva la diversificación de la matriz energética sin poner en riesgo la estabilidad económica y social, garantizando la accesibilidad y asequibilidad de la energía para todos los sectores de la población.
Debemos poner énfasis en la investigación y desarrollo para resolver los problemas de almacenamiento que poseen las energías renovables y reducir el costo de producción de las mismas, utilizando la tecnología no solo como herramienta de mitigación sino como herramienta de modificación, mejora y eficiencia en los combustibles actuales, ya que su utilización se dará por un tiempo más prolongado del esperado.
Es fundamental que la Argentina tenga flexibilidad para adaptar su camino hacia la descarbonización en función de sus propias circunstancias y capacidades pero sin renunciar a los compromisos internacionales, sino reviendo los plazos y encontrando un equilibrio que permita un desarrollo sostenible.
En ese sentido, la adopción de sistemas de medición de la huella de carbono en los distintos sectores de la economía argentina, permitirá a los empresarios y a las autoridades contar con información precisa sobre las emisiones asociadas a cada cada actividad.
Esta información servirá como base para el diseño de políticas sectoriales que promuevan la reducción de emisiones y la adopción de prácticas más sostenibles, así como también desarrollar proyectos que permitan la compensación de la misma, trazando planes de acción realistas sin descuidar el objetivo de reducir la huella de carbono ni desatender la rentabilidad de la actividad económica. La tecnología juega un papel fundamental en este proceso.
Actualmente, existen herramientas y dispositivos que permiten monitorear en tiempo real el consumo de combustible, la eficiencia energética y las emisiones.
Estos avances tecnológicos facilitan la recopilación y análisis de datos, lo que a su vez posibilita la identificación de áreas de mejora y la implementación de medidas concretas para reducir la huella de carbono.
Un viejo principio de management dice que lo que no se mide, no se gestiona, y tenemos que ser conscientes que definir planes de acción sin datos es aventurarse a recorrer un camino incierto que puede generar problemas a la economía. Por el contrario, debemos poder diseñar planes con plazos y compromisos reales.