El torbellino económico que dejó agosto condicionará el rumbo del resto de 2023
El efecto dominó de las PASO desbloqueó nuevas medidas para mejorar la sensación térmica del bolsillo, con un alto costo fiscal.
“Por fin se terminó agosto”, “qué largo que se hizo”, “septiembre no llega más”. Este tipo de pensamientos estuvo en boga no solamente entre el ciudadano de a pie, sino también en el mercado en general. Es que el mes pasado tuvo tantos condimentos y tanta volatilidad que el estrés estuvo a la orden del día y puso a prueba los nervios de todos. El shock político dejó un tendal de heridos, especialmente en las variables cambiarias. El peso padeció su peor devaluación mensual en cuatro años, tanto analizando el dólar oficial como el “contado con liqui”. Por el contrario, acciones y bonos se defendieron mejor, resume el reporte semanal de GMA Capital.
En el plano político, la victoria del diputado libertario Javier Milei y el escenario de tercios (en contra de lo que se pensaba, que era un triunfo claro de Juntos por el Cambio), resultó ser una gran sorpresa que dejó más incógnitas en un terreno, de por sí, lleno de incertidumbre. Las dudas sobre el referente de La Libertad Avanza van desde su capacidad de gobernabilidad sin una estructura política hasta la profundidad de las transformaciones que planea aplicar, especialmente en materia monetaria. El escenario relegó al oficialismo que, al día siguiente de las internas, decidió aplicar una brusca devaluación del 22% en el tipo de cambio oficial. Así, el dólar pasó de los $ 287 por unidad a los $ 350 con la idea de que este valor se congele hasta fines de octubre, una semana después de las presidenciales. Conjuntamente, la tasa de política monetaria fue elevada en 21 puntos porcentuales hasta 118% (TNA).
No obstante, advierten los economistas Nery Persichini, Santiago Franco y Santiago Casas, ninguna de estas dos medidas fue suficiente para contener la escalada de los dólares financieros. Si bien la devaluación permitió en una primera instancia corregir la brecha “desde abajo” de 109% a 87%, la escalada posterior del “contado con liqui” (CCL) fue aún mayor y el spread cambiario llegó a rozar 130%, en una muestra elocuente del efecto que una devaluación desordenada tiene sobre las variables nominales y las expectativas.
Según los consultores, el valor de mercado de la divisa acumuló un alza de 41% en el mes, la más alta desde agosto de 2019. Incluso para los estándares de la gestión actual, el valor actual del dólar CCL ($ 780) representa una cotización propia de un proceso de overshooting (aumento excesivo de precio). Para ponerlo en perspectiva, solo es comparable con octubre de 2020, cuando el CCL había superado $ 180 ($ 856 a precios de hoy). Actualmente ya superó al valor máximo de la salida de Silvina Batakis, cuando el “contado con liqui” había alcanzado $ 340 ($ 732 de hoy).
Asimismo, la variación del dólar oficial también marcó un récord. Por primera vez desde el inicio de la gestión actual, no hubo crawling peg (ajuste gradual con límites), sino un salto discreto. De punta a punta, en agosto el precio mayorista subió 27%. Habría que remontarse a agosto de 2019 para ver una variación de semejante magnitud (36%), aunque ahora hay un cepo draconiano y en aquel entonces no lo había, se explica desde GMA.
“Plan Monedita”
El shock de las PASO no solo hizo tambalear a Juntos por el Cambio, sino también al oficialismo. Buscando revertir el K.O. que la devaluación y la inflación propiciaron a los ingresos, el ministro y candidato a presidente, Sergio Massa, determinó una serie de medidas para “reforzar el poder de compra del salario” de los argentinos. Se anunció un bono de $ 60.000 para trabajadores con salarios netos inferiores a $ 400.000, y de $ 37.000 para jubilados y pensionados durante los meses de septiembre, octubre y noviembre, líneas de crédito a tasa subsidiada, exenciones impositivas y aumentos en la Tarjeta Alimentar, entre otras medidas.
Este intento de emparchar la pérdida del poder adquisitivo tendría un costo de 0,4% del PBI según el FMI, mientras que de acuerdo con el mismo oficialismo ascendería a medio punto del producto. También se anunció un congelamiento de combustibles y tarifas hasta las elecciones de octubre. Esto, según GMA, será un gran desafío por enfrentar, no solo para la próxima administración, sino también para la actual. Es que Argentina todavía tiene transitar la recta final del año buscando lograr un déficit primario de 1,9% del PBI (meta con el FMI), pero está lejísimo. En julio el rojo entre ingresos y gastos era de 2,7% del producto, y las nuevas medidas corren aún más el horizonte. Al mismo tiempo, no aumentar los precios de las tarifas, por lo menos en términos nominales, profundiza las inconsistencias y presiona para que el ajuste futuro sea más pronunciado, puntualiza el reporte al que accedió LA GACETA.
¿Cuánto le costaría el “Plan Monedita” a la Argentina? De acuerdo con las estimaciones de Equilibra, Centro de Estudios Económicos, el paquete de medidas para morigerar el efecto de la devaluación sobre el poder adquisitivo implica una erogación cercana a $ 1,5 billón (un 0,8% del PBI), aunque el costo fiscal final para el Tesoro Nacional será de $ 590.000 millones, porque el resto es absorbido por organismos como la Anses y los bancos Nación y BICE, entre otros.
Sin embargo, entiende Equilibra, las medidas no compensarían el impacto inflacionario posPASO. Según sus cálculos, antes de las internas se estimaba una inflación del 15% para el bimestre agosto-septiembre. Con el resultado puesto y tras el salto del tipo de cambio, esa tasa puede elevarse al 25% en el bimestre.
El torbellino económico de agosto produjo daños colaterales para el resto del año. Uno de ellos es precisamente la inflación. Ecolatina calculó que en agosto subió 11,2%. De este modo, acumuló 80,9% en lo que va del año y 128,2% en la comparación interanual.
Recuerdos del “Rodrigazo”
Atraso tarifario en un contexto de emisión monetaria desbordada, brecha cambiaria en ascenso y drenaje de divisas como el actual está lejos de ser una novedad, explica GMA Capital. El conocido “Rodrigazo” (de junio de 1975) fue producto de una notable acumulación de desequilibrios que se dio a partir de 1973. Con Gelbard en el ministerio de Economía, hubo dos años de “fiesta populista” con una desmedida expansión fiscal financiada con emisión, tarifas y dólar pisados, y controles de precios. Celestino Rodrigo intentó sincerar las cuentas para restablecer los equilibrios, pero las medidas no lograron consenso por la debilidad política del gobierno de Isabel Perón. Esto terminó generando una importante inercia inflacionaria que derivaría en la hiperinflación de 1989 y no cedería hasta la puesta en marcha de la Convertibilidad (1991), recuerda GMA.
Por Marcelo Aguaysol