No parece necesario dolarizar
Existen muchos riesgos de implementación de un sistema de semejantes características.
La instalación de la dolarización está más vigente que nunca, pero ordenar la economía no es fácil, ya que requiere de análisis, prudencia y método, lo que no pareciera incluir la propuesta económica planteada, dada la heterogeneidad, y hasta la improvisación.
No podemos dejar de lado que en este esquema que se plantea, los bienes no transables, es decir, aquellos que no tienen incidencia del exterior, podrían sufrir una inflación en dólares, por lo que el impacto de la dolarización no sería el deseado.
La instalación de la dolarización está más vigente que nunca. La potencialidad del acceso a la presidencia por parte de Javier Milei pone de manifiesto que de acá a diciembre, podríamos contar con una moneda nacional que tiene casi nulo peso específico pero que dejaría de existir dado que se cuentan con los dólares necesarios para dolarizar la economía argentina.
O eso parecía, hasta que estar cerca del poder hace moderar parte del programa y bajarlo a la realidad exige borrar parte del extremismo.
Lo primero que se observa es que ya no sería inmediata la dolarización, sino que, según palabras del propio candidato presidencial, “si logra hacerlo antes de la elección de medio término”, tras una serie de ajustes, reducción severa del déficit fiscal, eliminación casi completa del déficit cuasifiscal (Leliqs, pases, instrumentos del BCRA y el Tesoro), supresión de subsidios y regulaciones, privatizaciones, entre otras.
Dolarización: los riesgos de una deficiente implementación ¿Dolarizar o no dolarizar? ¿Cuál es la cuestión? Es decir, casi dos años después de la asunción, lo cual en parte lo podríamos emparejar a la Convertibilidad de Carlos Menem anunciada en abril de 1991 aunque con una salvedad imperiosa: Menem no eliminó la moneda nacional, sino que estableció una nueva moneda y fijó el tipo de cambio.
Y esto lo pudo llevar a cabo tras un Plan Bonex y una serie de reformas promercado que, tras dos años de hiperinflación de cuatro dígitos anual, le dio cierta estabilidad en 1992 a la economía argentina.
Las consecuencias posteriores fueron catastróficas. El camino para fijar el dólar como una moneda de referencia requirió de un Plan Bonex en diciembre de 1989, es decir, el canje compulsivo de depósitos a plazo fijo por bonos a largo plazo, que vencían en 1999 y la prohibición de nuevos depósitos a largo plazo.
La implementación de este Plan generó la confiscación de un 60% de la base monetaria, provocando una fuerte recesión, un profundo malestar social y un empeoramiento de todos los indicadores sociales.
Lo segundo que se ve es que hay diferentes versiones del plan de dolarización, en cuanto al ingreso de divisas para sostener.
Desde el uso de todos los activos del BCRA que daría 40 mil millones de dólares para aplicar la medida y luego los bonos subirán el valor y darán confianza para sostener de forma permanente la medida, pasando por gigantescos y danzantes créditos para un fideicomiso internacional, hasta llegar a una integración de los dólares.
Hoy, el BCRA tiene reservas limitadas, poco más de 27 mil millones de dólares. Pero, además, tendría que rescatar todos los pesos circulantes de la economía, más todos los instrumentos en pesos, como Leliqs y pases y los préstamos otorgados en pesos y cambiar todo por dólares.
Me gustaría preguntar de dónde salen esos fondos y cuánto será el nivel del nuevo endeudamiento para hacer ese fideicomiso dolarizador.
A su vez, hay un tema de expectativas que algunos plantean: los argentinos tienen casi 400 mil millones de dólares fuera del sistema financiero, casi un PBI, según datos del INDEC. A partir de este dato, hay quienes asumen que ingresarán nuevamente al circuito una vez que la dolarización esté firme.
Cuántos confiarán en Argentina nuevamente y cuántos harán el proceso de salida de dólares al exterior cuando haya libertad en la movilidad de capitales.
Un dilema: cuántos de esos están vinculados a actividades ilegales y si vale lo mismo el que trató de eludir un impuesto, para ahorrar abajo del colchón o aquellos que buscan blanquear plata de lo ilícito.
Una de las consecuencias de este modelo en Ecuador es que una gran parte de los recursos para hacerlo provinieron del lavado de dinero, provenientes de actividades ilícitas. Sumado a esto, el sistema financiero vive de depósitos y préstamos que otorga.
Si no hay suficientes dólares para prestar, no habrá financiamiento, por ende, la actividad caerá. Por lo que requiere de una dosis de crédito internacional para sostener la actividad local.
Es decir, la dolarización producirá una fuerte dependencia de grandes organismos de crédito. No podemos dejar de lado que en este esquema que se plantea, los bienes no transables, es decir, aquellos que no tienen incidencia del exterior, podrían sufrir una inflación en dólares por lo que, el impacto de la dolarización no sería el deseado.
Afectaría a bienes importables y exportables, porque aumentan los costos internos, encareciendo toda la cadena. Ordenar la economía no es fácil.
Requiere de análisis, prudencia y método, lo que no pareciera tener la propuesta económica planteada, dado la heterogeneidad y hasta la improvisación.
Hay que corregir para ser parte de un grupo de 180 países que eligen su moneda y aprovechar ventajas comparativas, entendiendo la posición argentina en el mundo y su contexto.
* Alejo Iramain es asesor financiero.
Escrito por José Calero